De las palabras a las imágenes
"El color de las palabras" es un proyecto colectivo cuyo propósito inicial ha sido que cada artista ilustrara una poesía, aunque algunos decidieron, espontáneamente, ilustrar dos o realizar dos versiones de una misma.
La intención del proyecto ha sido unir poesías e imágenes, palabras y colores, ideas y sentimientos, libertad creativa e imaginación.
El objetivo se ha logrado ampliamente, pues el coherente y armónico desarrollo de la experiencia conjunta, ha sido un éxito en sí mismo, y ha justificado el esfuerzo por llevarlo a cabo.
Todo lo expresado se puede apreciar en la variedad de estilos y resultados estéticos, y en las sentidas palabras con la que cada uno de los participantes define su personal proceso creativo.
Mi agradecimiento a todos ellos por enriquecer mis palabras con sus sensibilidades.
Ahora, debería explicar mi proceso creativo como autor de las poesías, pero considero que las palabras se explican por sí mismas y no necesitan de otras palabras que las aclaren o interpreten.
Entonces, sólo puedo decir que he seleccionado poesías de distintas épocas, intentado que respondiesen a un espíritu común y conectasen con cada uno de quienes las han ilustrado.
Por último, agregar que mi inspiración nace, habitualmente, de sentimientos y experiencias personales, pero sobre todo de percepciones y sensaciones atemporales, de interpretación abierta.
La intención del proyecto ha sido unir poesías e imágenes, palabras y colores, ideas y sentimientos, libertad creativa e imaginación.
El objetivo se ha logrado ampliamente, pues el coherente y armónico desarrollo de la experiencia conjunta, ha sido un éxito en sí mismo, y ha justificado el esfuerzo por llevarlo a cabo.
Todo lo expresado se puede apreciar en la variedad de estilos y resultados estéticos, y en las sentidas palabras con la que cada uno de los participantes define su personal proceso creativo.
Mi agradecimiento a todos ellos por enriquecer mis palabras con sus sensibilidades.
Ahora, debería explicar mi proceso creativo como autor de las poesías, pero considero que las palabras se explican por sí mismas y no necesitan de otras palabras que las aclaren o interpreten.
Entonces, sólo puedo decir que he seleccionado poesías de distintas épocas, intentado que respondiesen a un espíritu común y conectasen con cada uno de quienes las han ilustrado.
Por último, agregar que mi inspiración nace, habitualmente, de sentimientos y experiencias personales, pero sobre todo de percepciones y sensaciones atemporales, de interpretación abierta.
Mario Fournier
Fuensalida, Toledo, 2009 - 2010
Porque siempre
se nos termina la noche
en un azul profundo y luminoso.
Porque estamos juntos
desde siempre, aun no estando,
y si te dibujo una caricia
tu piel y tu alma
se estremecen en la distancia.
Porque siempre
habrá una cita exacta
para nuestro tiempo sin testigos.
Porque detenemos los relojes
para protegernos la magia
y nos guardamos
cuidadosos y cómplices,
para permanecer.
Y los dos elegimos
inventarnos la vida,
cada día.
Mario Fournier
Del libro "El momento detenido", 1995.
se nos termina la noche
en un azul profundo y luminoso.
Porque estamos juntos
desde siempre, aun no estando,
y si te dibujo una caricia
tu piel y tu alma
se estremecen en la distancia.
Porque siempre
habrá una cita exacta
para nuestro tiempo sin testigos.
Porque detenemos los relojes
para protegernos la magia
y nos guardamos
cuidadosos y cómplices,
para permanecer.
Y los dos elegimos
inventarnos la vida,
cada día.
Mario Fournier
Del libro "El momento detenido", 1995.
Esta tristeza
No quiero esta tristeza empecinada
que me conduce siempre a contra vida.
Con ella vienen la duda y la zozobra,
el miedo de que nada sea cierto.
Con ella se me hielan las mañanas,
con ella no sé aferrarme a las palabras,
con ella la memoria es una losa,
con ella a solas ya no puedo salvarme.
No quiero esta tristeza que me acecha,
que sabe aparecer sin que la note,
y se sienta muy cerca de mi cara
con su aliento de muerte a bocanadas.
No sé cómo decirle que se vaya.
Su mirada está ausente y su boca
murmura siempre historias de fracasos.
No sé cómo decirle que se vaya,
y me quedo con ella, solitarios,
compartiendo los dos este silencio.
Mario Fournier
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
No quiero esta tristeza empecinada
que me conduce siempre a contra vida.
Con ella vienen la duda y la zozobra,
el miedo de que nada sea cierto.
Con ella se me hielan las mañanas,
con ella no sé aferrarme a las palabras,
con ella la memoria es una losa,
con ella a solas ya no puedo salvarme.
No quiero esta tristeza que me acecha,
que sabe aparecer sin que la note,
y se sienta muy cerca de mi cara
con su aliento de muerte a bocanadas.
No sé cómo decirle que se vaya.
Su mirada está ausente y su boca
murmura siempre historias de fracasos.
No sé cómo decirle que se vaya,
y me quedo con ella, solitarios,
compartiendo los dos este silencio.
Mario Fournier
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
Cambiar
no es decidir en un instante,
no son palabras
ni gestos placenteros,
ni ya comprenderé lo que me pasa.
Cambiar
no es ni siquiera un arrebato,
ni un momento triunfal,
ni una manera.
Cambiar
es detener el ritmo exacto
de los relojes siempre complacidos.
Cambiar
es reencontrarse en un espejo,
solos frente al quisiera y ya no quiero.
Mario Fournier.
Del libro "El momento detenido", 1995.
no es decidir en un instante,
no son palabras
ni gestos placenteros,
ni ya comprenderé lo que me pasa.
Cambiar
no es ni siquiera un arrebato,
ni un momento triunfal,
ni una manera.
Cambiar
es detener el ritmo exacto
de los relojes siempre complacidos.
Cambiar
es reencontrarse en un espejo,
solos frente al quisiera y ya no quiero.
Mario Fournier.
Del libro "El momento detenido", 1995.
Marzo - III
En la luminosa transparencia
de hojas al mediodía
se expresa la vida,
plena y confortante,
segura de sus infinitos matices
y su cíclico renacer
cuando la simiente transita,
suavemente,
el aire diáfano,
rumbo a su tiempo de raíces.
Mario Fournier.
Del libro "Suave piel de león", 2010
Paisaje en calma
Es un paisaje azul o tal vez blanco,
palpitando en sutiles vibraciones
bajo un constante cielo atardecido.
En ese paisaje todo esencia,
pleno de luz que no produce sombras,
es donde a veces me sueño o me imagino
tratando de escapar del desconcierto.
En él viven mis horas más intensas,
en él siempre las reencuentro.
Y aunque allí no se repiten los segundos
ni el tiempo deja huella en la memoria,
yo sé que he estado antes
y sé que volveré a fundirme con el aire.
Sólo un paisaje azul o tal vez blanco,
sin importarme ser, sintiéndome
una continuación en el espacio.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
Es un paisaje azul o tal vez blanco,
palpitando en sutiles vibraciones
bajo un constante cielo atardecido.
En ese paisaje todo esencia,
pleno de luz que no produce sombras,
es donde a veces me sueño o me imagino
tratando de escapar del desconcierto.
En él viven mis horas más intensas,
en él siempre las reencuentro.
Y aunque allí no se repiten los segundos
ni el tiempo deja huella en la memoria,
yo sé que he estado antes
y sé que volveré a fundirme con el aire.
Sólo un paisaje azul o tal vez blanco,
sin importarme ser, sintiéndome
una continuación en el espacio.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
María del Mar García-Largo
acrílico sobre lienzo
acrílico sobre lienzo
La vida
La vida
transcurre indiferente
y fluye y se aleja
y vuelve a circundarnos
y a transcurrir,
siempre indiferente,
ajena al tiempo
y a las ambiciones,
a los fracasos
y a cualquier proyecto,
a los azares y al destino,
a la angustia y la duda,
a convenciones, límites
y miedos
que todo lo detienen.
La vida no ofrece ni reclama,
sólo existe, discurre
en su ritmo incontenible.
Sólo nos deja huellas,
estremecimientos y memoria:
de bocas que besamos
y nos besan,
de manos que nos recorren
o nos rozan,
de cuerpos cercanos
que entregan su calor
y nos reciben,
de abrazos que nos unen,
que nos contienen, nos retienen,
nos iluminan
y nos libran de todo mal.
Mientras tanto,
la vida que transcurre
y nada más.
Mario Fournier.
Del libro "Suave piel de león", 2009.
Hondos espacios
Tus ojos conservan la inocencia
que nunca perderán del todo,
navegan en asombros,
anhelan ideales imposibles.
Se posan en mis gestos, me observan,
descifran mis silencios,
historias de otros tiempos,
sentimientos, lugares, escondites.
Tus ojos verdes, agrisados en invierno,
reflejan amaneceres invisibles,
rechazan las penumbras
y añoran los días extendidos.
Tus ojos no necesitan de palabras,
se indignan, gritan, se entristecen,
cantan, sueñan, se emocionan,
gozan, sonríen y se alejan.
Y cuando los beso con lenta ternura
son hondos espacios que guardan tu luz.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
Tus ojos conservan la inocencia
que nunca perderán del todo,
navegan en asombros,
anhelan ideales imposibles.
Se posan en mis gestos, me observan,
descifran mis silencios,
historias de otros tiempos,
sentimientos, lugares, escondites.
Tus ojos verdes, agrisados en invierno,
reflejan amaneceres invisibles,
rechazan las penumbras
y añoran los días extendidos.
Tus ojos no necesitan de palabras,
se indignan, gritan, se entristecen,
cantan, sueñan, se emocionan,
gozan, sonríen y se alejan.
Y cuando los beso con lenta ternura
son hondos espacios que guardan tu luz.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
Si esta noche vinieses,
te pediría silencio
con un leve gesto de mi mano.
Si esta noche vinieses,
me encontrarías como la última vez,
que no fue la primera.
Si esta noche vinieses
te pediría sin palabras,
todo nuestro tiempo
para un largo abrazo,
que inicie y concluya
este nuevo adiós.
Mario Fournier.
Del libro "El momento detenido", 1995.
te pediría silencio
con un leve gesto de mi mano.
Si esta noche vinieses,
me encontrarías como la última vez,
que no fue la primera.
Si esta noche vinieses
te pediría sin palabras,
todo nuestro tiempo
para un largo abrazo,
que inicie y concluya
este nuevo adiós.
Mario Fournier.
Del libro "El momento detenido", 1995.
Límites
Quisiera contener entre mis manos
la paz más profunda para el alma,
trascender los límites del día
y que la luz me invada sin reparos.
Quisiera ser tan tenue y sigiloso
que apenas se perfile mi presencia,
como un cristal que refleja y trasparenta,
como una brisa que renueva el aire.
Quisiera retener formas dispares
y todos los colores que se adhieren
a los seres, a las cosas y al paisaje
que se extiende más allá de la mirada.
Quisiera percibir que se estremece
la más leve partícula de vida,
que crece, siente y muere junto a mí,
sin serme indiferente.
Quisiera y no lo logro y me debato
contra mis torpes límites humanos.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
Quisiera contener entre mis manos
la paz más profunda para el alma,
trascender los límites del día
y que la luz me invada sin reparos.
Quisiera ser tan tenue y sigiloso
que apenas se perfile mi presencia,
como un cristal que refleja y trasparenta,
como una brisa que renueva el aire.
Quisiera retener formas dispares
y todos los colores que se adhieren
a los seres, a las cosas y al paisaje
que se extiende más allá de la mirada.
Quisiera percibir que se estremece
la más leve partícula de vida,
que crece, siente y muere junto a mí,
sin serme indiferente.
Quisiera y no lo logro y me debato
contra mis torpes límites humanos.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
Todos esos otoños
El cielo se deshilacha en grises
que se encharcan en un aire
que se puede acariciar, penetrar
y recortar como regalo
para amigos melancólicos,
habitantes de desiertos
o sedientos de cualquier planeta.
El suelo brota en musgos
que se elevan sin raíces
para teñir de verdes nuevos
las líneas de un destino
que sabe de nubes remotas,
de otras lluvias memorables,
de todos esos otoños,
de todos estos inviernos.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
Puertas
Quiero cerrar las puertas
que me duelen,
bloquearlas con candados,
con cemento;
clausurar los resquicios,
las palabras
y los resentimientos
que aún me llegan
desde una realidad ciega y helada,
que ya no sé si existe
o se ha gestado
en un error de letras esparcidas
a lo largo del aire
de la nada.
Qué tedio, qué pena, qué torpeza,
qué inútil energía desahuciada,
qué soberbia me niega
y me rechaza.
Qué ajeno fracaso me ha apuntado
derecho al corazón
y no me mata.
Quiero cerrar las puertas
que me duelen
y no tengo la fuerza necesaria.
El impulso está quieto
o replegado
o aguardando señales,
o todo es tan igual
y tan remoto
que no ha pasado un instante
desde entonces.
No sé,
el dolor no me conmueve.
Y espero.
El tiempo, a veces, nos redime
y siempre nos alcanza.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
Somos
Somos la proyección de una mirada
que indaga el horizonte.
Somos parte de un todo inalcanzable
en la absurda razón de la soberbia.
Somos lo que soñamos día a día;
fuimos, seremos los sueños de una noche.
Somos por cada amor que nos construye
y nos resta en cada despedida.
Somos dioses, hormigas, fuego, viento,
pan, amapolas, nubes y madera.
Somos extraños en cualquier planeta,
intrusos habitantes de lo ajeno.
Somos las culpas de un error divino,
los restos de un naufragio inevitable.
Somos la proyección de una mirada
que espera una señal y se pregunta.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
Somos la proyección de una mirada
que indaga el horizonte.
Somos parte de un todo inalcanzable
en la absurda razón de la soberbia.
Somos lo que soñamos día a día;
fuimos, seremos los sueños de una noche.
Somos por cada amor que nos construye
y nos resta en cada despedida.
Somos dioses, hormigas, fuego, viento,
pan, amapolas, nubes y madera.
Somos extraños en cualquier planeta,
intrusos habitantes de lo ajeno.
Somos las culpas de un error divino,
los restos de un naufragio inevitable.
Somos la proyección de una mirada
que espera una señal y se pregunta.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
Noche
A veces temo no poder, no saber
salir de tu círculo encendido,
de tu rescoldo suave y lento,
de nuestro andar liberándonos ojeras;
no quiero que el día me sorprenda
extenuado de sombras y confuso.
Amo lo primordial de tu silencio,
el tiempo remansado, sin acción,
los susurros de ánimas fugaces,
un agitar, sueños errantes,
restos de amores y desamores,
que flotan en el aire solo y frío.
Intuyo en la penumbra tu semblante
y tu pupila hipnótica domina
cuando no puedo, cuando no quiero
salir de tu círculo encendido.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997
A veces temo no poder, no saber
salir de tu círculo encendido,
de tu rescoldo suave y lento,
de nuestro andar liberándonos ojeras;
no quiero que el día me sorprenda
extenuado de sombras y confuso.
Amo lo primordial de tu silencio,
el tiempo remansado, sin acción,
los susurros de ánimas fugaces,
un agitar, sueños errantes,
restos de amores y desamores,
que flotan en el aire solo y frío.
Intuyo en la penumbra tu semblante
y tu pupila hipnótica domina
cuando no puedo, cuando no quiero
salir de tu círculo encendido.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997
María del Carmen Rodríguez del Casar
óleo sobre lienzo
óleo sobre lienzo
Palabras
Quién sabe lo que dicen las palabras
cuando callan, cuando mienten.
Quién sabe lo que anuncian, lo que esperan,
lo que buscan las palabras.
Quién conoce el sentido final de las palabras
cuando sugieren, imponen o amenazan.
Quién puede expresar el tono exacto,
el matiz más sutil, el rotundo reclamo,
sin palabras.
¿Dónde comienzan y dónde mueren las palabras?
Siempre palabras,
precediendo a los miedos y al asombro,
descubriendo los ritos cotidianos,
exigiendo deberes y derechos,
intentando el amor,
precipitándose, analizando, confundiendo,
hurgando en soledad.
Palabras que revelan lo escondido.
Palabras que lastiman lo que tocan.
Palabras que construyen la esperanza.
Siempre palabras,
presentes en los días y en las noches,
en los sueños y en todos los desvelos.
Más allá del aparente silencio de la muerte,
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
"Palabras"
Pilar Rodríguez Fernández
óleo sobre lienzo
Quién sabe lo que dicen las palabras
cuando callan, cuando mienten.
Quién sabe lo que anuncian, lo que esperan,
lo que buscan las palabras.
Quién conoce el sentido final de las palabras
cuando sugieren, imponen o amenazan.
Quién puede expresar el tono exacto,
el matiz más sutil, el rotundo reclamo,
sin palabras.
¿Dónde comienzan y dónde mueren las palabras?
Siempre palabras,
precediendo a los miedos y al asombro,
descubriendo los ritos cotidianos,
exigiendo deberes y derechos,
intentando el amor,
precipitándose, analizando, confundiendo,
hurgando en soledad.
Palabras que revelan lo escondido.
Palabras que lastiman lo que tocan.
Palabras que construyen la esperanza.
Siempre palabras,
presentes en los días y en las noches,
en los sueños y en todos los desvelos.
Más allá del aparente silencio de la muerte,
¿quién sabe lo que dicen las palabras?
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.

Pilar Rodríguez Fernández
óleo sobre lienzo
Regiones intermedias
Se me cierran los ojos
y me interno en regiones intermedias,
poco a poco me vence este letargo,
este estar y no estar entre dos tiempos.
Un indeciso soplo se esparce por la noche.
Se queja un pájaro extraviado
que no ha previsto el frío enero,
también se queja un perro callejero
que espera una muerte irremediable.
Músicas interiores y cercanas
abren y cierran las puertas de la noche.
Una madeja suave me protege.
Mario Fournier
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
"Regiones intermedias"
Pilar Rodríguez Fernández
óleo sobre lienzo
Se me cierran los ojos
y me interno en regiones intermedias,
poco a poco me vence este letargo,
este estar y no estar entre dos tiempos.
Un indeciso soplo se esparce por la noche.
Se queja un pájaro extraviado
que no ha previsto el frío enero,
también se queja un perro callejero
que espera una muerte irremediable.
Músicas interiores y cercanas
abren y cierran las puertas de la noche.
Una madeja suave me protege.
Mario Fournier
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.

Pilar Rodríguez Fernández
óleo sobre lienzo
Sueños - I
Cuando apago la luz
y detengo las manos
en un silencio eterno,
siento cómo se quejan
mis músculos, mis huesos
y el espacio agobiado
que contiene mi alma.
Añoro y necesito
ese cansancio largo
de emociones vividas,
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño
hasta que llega el día
y el cielo tiene imanes,
y afuera hay un motivo
que merece lo breve
de imaginarse alguien
que existe, se conmueve,
vibra, proyecta, ansía
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño,
cuando apago la luz
y detengo las manos.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.
"Sueños - I"
Sara Rojas Díaz
óleo sobre lienzo
Cuando apago la luz
y detengo las manos
en un silencio eterno,
siento cómo se quejan
mis músculos, mis huesos
y el espacio agobiado
que contiene mi alma.
Añoro y necesito
ese cansancio largo
de emociones vividas,
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño
hasta que llega el día
y el cielo tiene imanes,
y afuera hay un motivo
que merece lo breve
de imaginarse alguien
que existe, se conmueve,
vibra, proyecta, ansía
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño,
cuando apago la luz
y detengo las manos.
Mario Fournier.
Del libro "Tiempo, sueños y señales", 1995.

Sara Rojas Díaz
óleo sobre lienzo
Esta lluvia
semejante a otras,
inventa sonidos
y no se desliza
por las mismas calles.
Esta lluvia
semejante a otras,
acurruca sueños
en charcos distantes,
vuelve perezosa toda la memoria
y crece, se aquieta,
y muere en el aire.
Mario Fournier.
Del libro "El momento detenido", 1995.

Alejandro Saldaña
óleo sobre lienzo
El grito
Su grito es un gemido sin espacio vital,
apenas dando golpes contra un muro.
No obedece a las sombras que quieren acallarlo,
que lo prefieren normal y cotidiano.
Convulso, se quiebra en sonidos ancestrales.
Jadeante, cada golpe es un paso
hacia aquel horizonte que le atrae
desde el fondo encendido de una grieta.
Porque las sombras siempre decidieron
y siempre lo devolvieron al silencio.
Y hoy ya es tiempo de estallar en mil pedazos
cuando el grito se vuelve un alarido
estremeciendo la noche de febrero,
cuando las sombras por fin se desvanecen
después del último golpe contra el muro.
Mario Fournier.
Del libro "La nube derrotada", 1996.
"El grito"
Alejandro Saldaña
óleo sobre lienzo
Su grito es un gemido sin espacio vital,
apenas dando golpes contra un muro.
No obedece a las sombras que quieren acallarlo,
que lo prefieren normal y cotidiano.
Convulso, se quiebra en sonidos ancestrales.
Jadeante, cada golpe es un paso
hacia aquel horizonte que le atrae
desde el fondo encendido de una grieta.
Porque las sombras siempre decidieron
y siempre lo devolvieron al silencio.
Y hoy ya es tiempo de estallar en mil pedazos
cuando el grito se vuelve un alarido
estremeciendo la noche de febrero,
cuando las sombras por fin se desvanecen
después del último golpe contra el muro.
Mario Fournier.
Del libro "La nube derrotada", 1996.

Alejandro Saldaña
óleo sobre lienzo
5 de enero
Blancos huesos de almendro,
blancos cortes de hacha lejana,
blancos tallos vencidos de silencio,
blancos muros sin rastros de sombra,
blancas huellas furtivas,
blancas voces atenuadas,
blanco cristal sin horizonte,
blanca inercia de domingo
sobre la espejada tierra blanca,
transida de soledad.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
"5 de enero"
Verónica Sánchez-Herdero Raso
técnica mixta sobre lienzo
Blancos huesos de almendro,
blancos cortes de hacha lejana,
blancos tallos vencidos de silencio,
blancos muros sin rastros de sombra,
blancas huellas furtivas,
blancas voces atenuadas,
blanco cristal sin horizonte,
blanca inercia de domingo
sobre la espejada tierra blanca,
transida de soledad.
Mario Fournier.
Del libro "Todos esos otoños, todos estos inviernos", 1997.
"5 de enero"
Verónica Sánchez-Herdero Raso
técnica mixta sobre lienzo
La jaula sola
La jaula gira alrededor del pájaro
y necesita que él la considere,
o que al menos la roce fugazmente.
No puede sobrevivir tan ignorada
cuando el pájaro mira a través de ella,
sin notarla;
cuando recorre su espacio, indiferente,
como si no existiera,
como si no significara el límite,
la frontera total, el aire inútil y atrapado
para el absurdo canto de un pájaro tan cruel
que ni siquiera siente
la soledad de la jaula abandonada,
que gira alrededor,
que sufre y calla.
Mario Fournier.
Del libro "La nube derrotada", 1996.
"La jaula sola"
Santiago Sánchez Rodríguez
óleo sobre lienzo
.
La jaula gira alrededor del pájaro
y necesita que él la considere,
o que al menos la roce fugazmente.
No puede sobrevivir tan ignorada
cuando el pájaro mira a través de ella,
sin notarla;
cuando recorre su espacio, indiferente,
como si no existiera,
como si no significara el límite,
la frontera total, el aire inútil y atrapado
para el absurdo canto de un pájaro tan cruel
que ni siquiera siente
la soledad de la jaula abandonada,
que gira alrededor,
que sufre y calla.
Mario Fournier.
Del libro "La nube derrotada", 1996.

Santiago Sánchez Rodríguez
óleo sobre lienzo
.
Para tocar las palabras y llenarlas de color, se abre el espíritu que las acoge e interpreta. Después las palabras y el color son una misma cosa; el color de las palabras. Trascender lo abstracto del lenguaje para plasmar en formas y colores las palabras y su esencia. Y el arte rompiendo los límites y elevando el espíritu. Un placer, y una alegría grande.
ResponderEliminarGracias por compartir vuestras emociones y sentimientos.
ResponderEliminarLos poemas fueron momentos de su autor; al salir de este nivel, pueden hacernos sentir que nos pertenecen y que también nos expresan.
El pintor pone colores y formas a los pensamientos que brotan de las palabras permitiendo que veamos no sólo una obra de arte, sino también, un trozo de su alma.